Hay muchos tipos de migraciones… las que se escogen desde la felicidad, las que se escogen desde el miedo, las que no se desean, las que parecen la única alternativa posible, etc.
Pero todas las migraciones tienen puntos en común:
- La nostalgia, la inquietud, las dificultades en el día a día del que se marcha…
- La espera, la angustia y la preocupación de quien se queda…
De eso sabemos todos los pueblos. España ha sido país receptor de personas migrantes especialmente desde hace unos 15 años. Pero nuestro país también ha lanzado a otros países esperanzas y sueños encarnados en personas que querían una vida mejor. De ahí que en Argentina nos llamen “gallegos”, por ejemplo. Y como eso, en otros países latinoamericanos como Venezuela o Cuba. También hacia Europa, a países como Francia, Suiza o Alemania.
¿Sabías que en varios municipios del norte de España hay monumentos dedicados a las personas emigrantes? Es tan dura la experiencia, y cambia tanto la vida de las personas que la viven de manera directa e indirecta, que ha nacido en esos lugares la necesidad de manifestar ese reconocimiento al emigrante.
Así, puedes encontrar:
El Monumento a la madre del emigrante, en Gijón, con una gran carga simbólica. Se trata de una Madre mirando al mar, hacia el que levanta una de sus manos. Su autor, Ramón Muriedas, consiguió plasmar en ella el sufrimiento de tantas madres que vieron cómo sus hijos debían partir en busca de una vida mejor.
En Vigo también se levantó un Monumento al emigrante, obra del escultor Camilo Nogueira, en 1971. Trató de plasmar esos duros momentos de despedida, pero también de reencuentro. Así, el autor, esculpió un grupo compuesto por padre, madre e hijo que se abrazan en una emotiva escena de reencuentro.
En su pedestal está escrito: «Amigo que por el mundo vas en busca de una lejana estrella, vuelve la vista, regresa a tu hogar donde el calor de los tuyos te espera. Hermandad Gallega de Venezuela«.
En Finisterre se alza el Monumento al emigrante, que de una manera especial está dedicado a los emigrantes en Argentina y en los países de América, así como a los que se encuentran en otros lugares del mundo, tanto a ellos como a sus descendientes. Este monumento es obra del escultor Agustín de la Herrán Matorras, de 1993.
En Boal, en Navia, en Cangas de Onís también… y podríamos seguir…
Lo más importante es recordar que las migraciones ocurren constantemente, en todos los países, que no estamos exentos/as de tomar esa difícil decisión en algún momento de nuestra existencia, y que cuando salimos de nuestro país, lo hacemos con el deseo de retornar. Eso es lo que viven las personas con las que trabajamos, personas como tú y como yo, que sienten las emociones de esas personas reflejadas en los monumentos que con tanto cariño levantaron ciudadanos/as españoles que comprenden y saben del dolor de vivir fuera.
Artículo escrito por las psicólogas de Progestión: Concha Andrés Manjón, Laura Rosales Sánchez y Clara García Caballero.