Día de las Personas Sin Hogar: “Mientras haya personas que te pueden ayudar, rendirse no es una opción”

Cristina Martín, hoy monitora en Progestión, cuenta su experiencia personal como persona sin hogar a través de un mensaje positivo de superación

Estamos en la semana de las personas sin hogar –que se conmemora el día 27 de octubre-, y en España se cuentan por unas 33.000. Quizás 40.000. Puede, que incluso algunos miles más. Es hasta posible que estas cifras no estén contrastadas, o formen parte de índices antiguos, porque el sinhogarismo no es, a día de hoy, una ciencia exacta. Mientras existen auténticas minerías de datos en asuntos de cualquier índole, vivimos aún en un marasmo de desconocimiento alrededor de una realidad social que está ahí: frente a la puerta de tu casa.

Conocemos, sin embargo, que el perfil tipo del sinhogarista es mayoritariamente masculino, y con una media de edad que supera por poco los 40 años. En torno al 15% de las personas sin hogar son mujeres, y este es el caso que nos ocupa: Cristina Martín. Y nos ocupa ella no porque sea parte de Progestión como monitora del Equipo de Actuación Distrital, sino porque su caso es un ejemplo de superación y éxito de una situación de sinhogarismo.

Cristina atiende con optimismo, y narra sin ambages su experiencia de vida, normal y habitual en una persona joven (tiene ahora 44 años) hasta que un día ocurre, sin más, en el que te ves excluida de una sociedad que sigue llamándolos vagabundos: “Vivía con mi pareja, y decidió echarme de su casa a sabiendas que no tendría a dónde ir”, explica pausada, pese a estar recordando el punto exacto en el comenzó su calvario. Fue en ese momento cuando se multiplicaron los golpes, al no encontrar tampoco apoyo familiar en un momento de máxima dificultad. “Todo era angustia y miedo”, relata sin tapujos, dándole importancia suprema al momento en el que buscó, y encontró, ayuda en su trabajadora social. “Lo movió todo para lograr la Renta Mínima de Inserción y, sobre todo, acceder a una casa de acogida de la Asociación Progestión”.

Hoy, Cristina puede contar que ha salido adelante, porque es más difícil salir de una situación de sinhogarismo que llegar a ella. “Ese momento me marcó mucho, pero hubo algo que me hizo no rendirme. Verme sola, sin ayuda, sin familia, provocó en mí una reacción de fortaleza para poder demostrar que no los necesitaba”, dice hoy, orgullosa de su tesón y convencimiento. Al tiempo que exclama consejos de primera mano, de los que valen, basados en la cruda experiencia de quien se quedó sin hogar: “A quien esté en esta situación, le digo que no se rinda y, sobre todo, que busque ayuda. Que existen buenas personas, con empatía y conocimientos en una red de ayuda que de verdad pueden hacer mucho por que salgas de la situación. Luchad por vuestro bienestar”.

Ello lo consiguió, además de por su tesón, gracias al trabajo de una entidad de índole social, en este caso, Progestión. Tras el primer techo, la casa de acogida, acudió al servicio de orientación laboral de la asociación, consiguiendo aquí uno de los logros fundamentales para revertir la situación: acceder a un empleo. ‘Emancipada’ de la casa de acogida, esta superviviente pudo salir adelante, alquilada en una habitación, con su vida independiente y posteriormente en su propia vivienda, donde actualmente hoy vive con su mascota y con la seguridad y fortaleza de haber vencido al sinhogarismo.

Caminos del sinhogarismo

La última Estrategia Nacional para personas sin hogar fue aprobada en este país en 2015. Cuatro años, tres legislaturas, dos presidentes del Gobierno y un sinfín de elecciones generales de por medio. De ahí se extraen las categorías básicas de la persona sin hogar y de exclusión residencial, eso sí, con datos, como ya se citó anteriormente, de 2015: los ‘sin techo’, es decir, personas que prácticamente viven a la intemperie; los ‘sin vivienda’, que habitan en alojamientos o refugios; los que viven en viviendas inseguras, sin derecho de ocupación o regularización legal y por último los que habitan viviendas inadecuadas, infraviviendas, chabolas o en condiciones de hacinamiento.

Sí, esto no son más que categorías de una estadística nacional casi obsoleta, pero ofrecen una panorámica de lo amplio de un espectro que comúnmente se confunde asociándolo únicamente a la indigencia, pero la realidad es que cualquier persona puede convertirse en un sin hogar. Como se ha referido, es erróneo vincular de forma directa este drama social con alguien que malvive tapado con cartones en un cajero automático. Se trata de algo más amplio, y que puede estar provocado por la violencia de género, por ejemplo, o los movimientos migratorios. De hecho, existen casos de personas sin hogar que llegan a esta situación por su condición de transexual, con situaciones en los que son repelidos por su propia familia. Una muestra de lo heterogéneo que es este drama, así como de las circunstancias que lo pueden llegar a provocar.

El de Cristina es un relato de positivismo y superación que sin embargo no puede tapar la crueldad real: se cuentan por decenas de miles los que no pueden decir lo mismo. Y no vale sacarlo a palestra porque el 27 de octubre sea el Día de las Personas Sin Hogar, entendiendo por loable y necesario la visibilización del problema. Pero la realidad es que el drama se sufre en las 365 noches del año.

 

Autora de la fotografía: Najlae Aleoui

2 Comments

  • CLARA dice:

    En primer lugar GRACIAS Cristina por compartir tu experiencia.
    También me gustaría puntualizar que el Plan Estratégico Nacional 2015-2020 no profundiza en las causas desde una perspectiva de género. En este sistema sexo-género en el que nos encontramos, los hombres y las mujeres nos sociabilizamos de forma diferente, estableciendo unos roles predeterminados para cada grupo (sin tener en cuenta otras identidades). Por lo que las causas que generan situaciones de sinhogarismo son diferentes.
    En el momento en el que sólo se habla de sin techo (vivir en la calle), estamos dejando a un lado a muchas personas que también deberían considerarse sin hogar (casas de emergencia, casas de acogida, internas, mujeres VVG que no tienen recursos y se ven obligadas a convivir con el agresor, personas desahuciadas, etc.). Además que las cifras hablan de que el porcentaje de hombres que viven en la calle es ampliamente superior al de mujeres. Ellas hablan de miedo e inseguridad de estar en la calle (sufren más violencia sexual entre otras causas) y suelen acudir a servicios que les aseguren refugio por las noches. Por todo ello, sólo se está visibilizando a una parte -mayoritariamente masculina- de las personas afectadas.
    Hay que reivindicar que la perspectiva de género sea transversal en todas las actuaciones, programas e intervenciones por parte de las instituciones.
    Un saludo.

    • Progestión dice:

      Muchas gracias, Clara por su comentario.

      Lo cierto es que en línea con lo que comenta, desde la Asociación Progestión siempre hemos tenido muy en cuenta la perspectiva de género y, de hecho, en estos momentos, tres de nuestros recursos convivenciales por ejemplo, están orientados a mujeres… por un lado víctimas de violencia machista y, por otro, familias monomarentales. Y es verdad…la calle la padecen ellas de forma diferente a como la sufren ellos y, sin embargo, ellas no parecen tan evidentes. Por eso poner en evidencia el caso de Cristina nos ha parecido tan relevante en esta ocasión porque no siempre son ellas las que parecen padecer esta situación.

      Gracias, una vez más, por tu aportación.

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