Nadie dijo que educar a los hijos fuera fácil. Lo sabemos. Llegan a este mundo sin manual de instrucciones y los adultos hacemos lo que podemos, lo mejor que sabemos. En este contexto, y con el objetivo de hacer una reflexión sobre las dificultades que nos encontramos en la educación de los más pequeños, llevamos a cabo el taller Pautas de crianza: Educar en la distancia en las instalaciones de Progestión en Valladolid.
En el transcurso del mismo, pudimos comprobar cómo esas contrariedades de las que hablamos son comunes en todas las culturas (inquietudes relacionadas con los hábitos de alimentación, con el estudio, con las relaciones con los amigos y amigas, con las horas de llegada a casa…). Son dificultades que manejamos en las familias de manera intuitiva, dejándonos guiar por el sentido común, pero siempre con la incógnita de si lo estaremos haciendo bien y si no habrá otras maneras de hacerlo.
“Las participantes en el taller pudimos hablar de la importancia de la autoridad. Eso sí, de una autoridad sana, basada en el establecimiento de límites claros, concretos, en los que dejemos algunas opciones de decisión para nuestros hijos e hijas”, explica nuestra compañera Fátima de la Cruz, organizadora e impulsora de este taller en Valladolid. Una autoridad, donde los castigos se transformen en consecuencias que permitan interiorizar la norma, sin establecer grandes castigos que luego no somos capaces de cumplir. Una autoridad, donde se corrija desde la serenidad y siempre después de conectar con la situación y sentimientos de los menores (desde el respeto que también se merecen nuestros hijos e hijas). Y reconociendo que, nosotras, como madres, también nos equivocamos y sabiendo pedir perdón si así ha sido.
Educar desde el cariño, pero sin perder la firmeza
En definitiva, “se trata de educar desde la ternura y el cariño, pero siendo firmes en aquellos aspectos y límites que lo requieran. Haciendo saber siempre a nuestro hijos e hijas, que nos importan, que les amamos, y que el establecimiento de unas reglas de juego en la relación familiar, no es más que por eso, porque nos importan y queremos darles la capacidad de decidir, de actuar libremente y de responsabilizarse de las acciones que lleven a cabo en todos los días de su vida. Hay que conseguir que la educación de nuestros hijos e hijas vaya orientada siempre a hacerles personas completamente autónomas en su vida”, explica Fátima de la Cruz.
Además, el taller sirvió para reflexionar sobre cómo se complica, además, la crianza de los hijos cuando las familias viven alejadas. Aunque en opinión de algunas de las asistentes, “la distancia se suple con caricias que atraviesan océanos”. No obstante, tal y cómo matizaron sabiamente las mujeres que participaron en el encuentro, a veces no es la distancia lo que dificulta la educación de los hijos. “Y es que hay familias que comparten el mismo techo con sus hijos e hijas, que, sin embargo, tienen una enorme distancia con ellos y ellas como consecuencia de la no comunicación, de la ausencia del abrazo, de la falta de normas, de la no expresión de los sentimientos, de la carencia de empatía con los menores…”, concluye Fátima de la Cruz.
Nos quedamos con ganas de profundizar en las diferencias culturales que descubrimos en el modo de afrontar las dificultades (pese a ser comunes). Seguro que tendremos otra ocasión. Mientras tanto, desde aquí, queremos dar las gracias a las madres y a las tías (que también educan), que compartieron sus reflexiones y experiencias en este encuentro.