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¿Qué son los micromachismos?

micromachismos 300x200Según los datos provisionales publicados a 27 de junio de 2016 por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de año ascienden a 21, dos más que en las mismas fechas de 2015, aunque la cifra podría ascender, ya que hay cinco casos en investigación.

Sin embargo junto a esta forma evidente de machismo convive otro menos visible, más interiorizado, más sutil, más silencioso: el micromachismo. Hemos de entender por micro algo pequeño/sutil y por machismo, de manera muy general, la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.

Sin embargo, como explicaremos a continuación, no se ha de entender que estas formas brutales de dominación, que muchas personas ven como normales y que son parte de lo cotidiano, carezcan de importancia y de relevancia. En este vídeo podéis ver algunos ejemplos. En mi opinión personal, se encuentran en la base de la violencia más patente, más alarmante. Invisibles desigualdades que se encuentran en TODOS los ámbitos de la vida, tanto pública como privada, y que son los cimientos para otros tipos de violencia.

Antes de continuar, y como ya hemos apuntado, debemos señalar dos aspectos. El primero de ellos es el propio término, puesto que, al utilizar el prefijo micro, puede parecer que infravalora o relega a un segundo plano la violencia ejercida bajo estas formas más sutiles. Precisamente, y para evitar esta posible relativización de esta forma de dominación, frente al concepto micromachismo se utilizan otros términos como “violencia invisible” o “violencia sutil”. Aquí utilizaremos la expresión de micromachismo, puesto que está lo suficientemente arraigada en nuestra sociedad y al referirse a ella se sabe sobre qué estamos hablando, pero entendiéndolo como esa violencia sutil o invisible, que engloba cualquier tipo de dominación del hombre hacia la mujer.metro retocadaUn segundo aspecto al que hacer referencia es que hemos de partir de la base de que este micromachismo tiene lugar en todas las esferas de la sociedad y que es ejercido por diferentes agentes sociales que pueden fortalecer y perpetuar los estereotipos femeninos. Así, de manera muy resumida, se puede decir que estos micromachismos se producen y reproducen tanto en el ámbito privado como en el ámbito público. Teniendo clara esta premisa, a continuación analizaremos esa violencia sutil que se produce en el ámbito familiar, centrándonos en las relaciones de pareja.

En todo el mundo occidental, la violencia masculina hacia las mujeres se torna evidente y se deslegitima de forma creciente. Sin embargo, las distintas actuaciones que se llevan a cabo para tratar de abordarlas (ya sea desde el punto de vista judicial, político, terapéutico, educativo…) se han realizado casi exclusivamente sobre esas formas evidentes, máximas y trágicas de dicha violencia y sus efectos.

Pero si partimos de la base de que la violencia de género es toda acción que coacciona, limita o restringe la libertad y dignidad de las mujeres, por el hecho de ser mujeres, podemos comprobar que quedan ignoradas múltiples prácticas de violencia y dominación masculina en lo cotidiano, algunas consideradas normales, algunas invisibilizadas, otras legitimadas, y que, por ello, se ejecutan impunemente.

El primero que acuñó el término de micromachismos fue el terapeuta argentino Luis Bonino en 1990. Según Bonino, se trata de comportamientos masculinos que buscan reforzar la superioridad sobre las mujeres. Es decir, no se trata de relaciones basadas en legítimas diferencias personales, diferencias de opinión… sino en relaciones de poder y en las distintas estrategias que se utilizan para su ejercicio. Poder entendido como poder de dominio, es decir, la capacidad y la posibilidad de controlar y decidir sobre la vida de otra persona, básicamente para lograr obediencia y lo de que de ella se deriva. Esta desigual distribución del ejercicio del poder de dominio conduce a la asimetría relacional. Y de esta manera, la posición de género (femenino o masculino) es uno de los ejes cruciales por donde discurren estas desigualdades de poder, y la familia/pareja, uno de los ámbitos en que se manifiesta. Bonino clasifica los micromachismo en cuatro tipos:

  • Encubiertos. Son muy sutiles y buscan la imposición de las “verdades” masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, que termina coartando sus deseos y haciendo lo que el hombre quiere. Hay micromachismos, por ejemplo, en los silencios (cuando el hombre se niega a hablar se produce una situación de dominación en tanto implica la imposición del silencio en la relación con la mujer), en los paternalismos (cuando se hace algo “por” la mujer y no “con” la mujer), en el “ninguneo” o en la desautorización.
  • Utilitarios. Afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas, abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora. En la casa, un ejemplo claro de un hombre supuestamente colaborador se vería en la frase: “Cariño, te he puesto la lavadora”.
  • De crisis. Surgen cuando ellas empiezan a romper la balanza de la desigualdad en la pareja. Se produce un desequilibrio debido, por ejemplo, al aumento del poder personal de la mujer o por la pérdida de poder del varón. Generalmente esta situación cristaliza en que la mujer reclama una mayor igualdad en la relación mientras el hombre trata de utilizar maniobras para restablecer su statu quo. Maniobras como, por ejemplo, hipercontrol, falta de apoyo y posterior crítica, victimismo…
  • Coercitivos. En ellos el varón usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión, hacerla sentir sin la razón de su parte; ejercen su acción porque provocan un acrecentado sentimiento de derrota cuando comprueba la pérdida, ineficacia o falta de fuerza y capacidad para defender las propias decisiones o razones. Todo ello suele promover inhibición, desconfianza en sí misma y disminución de la autoestima. Dentro de este grupo de micromachismos podríamos identificar la intimidación, el control del dinero, la no participación del hombre en lo doméstico, el uso abusivo del espacio y del tiempo para él mismo, la toma de decisiones sin tener en consideración la opinión de la mujer… Estas formas de dominación generalmente comienzan a darse desde el inicio de la relación y van moldeando lentamente la libertad femenina. Su objetivo es anular a la mujer como sujeto, forzándola a una mayor disponibilidad e imponiéndole una identidad «al servicio del varón», con modos que se alejan mucho de la violencia “tradicional”, pero que tienen sus mismos objetivos y efectos: perpetuar la distribución injusta de los derechos y oportunidades para las mujeres.

piramide VGComo vemos, los micromachismos son abusos y violencias que procuran que el varón mantenga su propia posición de género, atentando contra la autonomía personal de la mujer. Se puede afirmar que están en la base y junto a las demás formas de la violencia de género (maltrato psicológico, emocional, físico, sexual, económico) y que son las «armas» masculinas más utilizadas con las que se intenta imponer, sin consensuar, el propio punto de vista o razón, manteniendo la desigualdad y el poder de unos frente a otras.

Los micromachismos pueden no parecer muy dañinos, incluso pueden parecer que resultan normales o intrascendentes en las interacciones, pero su poder -devastador a veces- se ejerce por la reiteración a través del tiempo y por la diversidad de las fuentes desde las que se producen (como decíamos al principio, aquí estamos haciendo referencia exclusivamente al ámbito doméstico, pero hemos de tener presente que este tipo de micromachismos se producen en diferentes contextos: familiar, laboral, social…). De hecho, uno de los aspectos más relevantes y a la vez más perjudiciales de este tipo de violencia es que, mientras prácticamente todo el mundo sabría identificar la “violencia de género” más manifiesta y visible, muchas de estas personas tendrían dificultad para definir e identificar esta forma más sutil de agresión.

Como personas, todas deberíamos estar atentas a estos comportamientos y actitudes machistas, hacerlas visibles e intentar erradicarlas de nuestras interacciones, y que, precisamente entre todas, pongamos de manifiesto lo que hasta ahora es invisible.

Roberto Martínez. Voluntario en el área psicosocial de la Asociación Progestión. 

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